Justo ahora la estaba escuchando gritar. Pero no hay
que asustarse, tiene cuatro años y es su juego favorito, gritar cuando le
apetece y lo más alto posible.
Es rubita y con unos expresivos ojos azules, y
aunque por la descripción pueda parecer una criatura angelical, ella es más del
estilo “el diablo viste de Prada”.
Paso poco tiempo en casa, pero no termina un día en
que no la oiga realizando alguna de sus trastadas, aunque a veces sólo me
llegan las voces de su madre recriminándole las hazañas o diciéndole que me va
a molestar.
Las temporadas que pasan fuera, la echo en falta. Me
recuerda a una de mis sobrinas y me resulta agradable notar su presencia a
través del tabique.
Las pocas veces que nos cruzamos en la puerta de
casa o en el ascensor, no puedo evitar dedicarle mi mejor sonrisa, aunque ella
sigue escondiéndose entre las piernas de su madre, supongo que pensando que yo
debo ser el ogro al que su madre le dice que molesta.
Es una bichilla de mucho cuidado, sin embargo a mí
me parece encantadora; imagino que porque no la tengo que tratar todo el día.
Pobrecito del que entalle en la época adolescente.
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