Al fin hoy he podido entrar en el aula, estar con
los alumnos, compartir inquietudes y enseñar de aquello sobre lo que me he ido
preparando: el emprendimiento.
Hemos disfrutado de lo lindo, yo por volver a tener
el contacto con ellos y ellos en cada parcela de sí mismos que han ido descubriendo
a lo largo de la jornada.
Me sigue llamando la atención la cara de
sorprendidos que, a veces ponen, cuando algo nuevo les llega dentro, lo
descubren y lo aprenden. Y, a pesar de que son jóvenes de 16 y 17 años, me han
recordado en varias ocasiones a los niños pequeños, sobre todo cuando tras los
ojos abiertos como platos se les escapaban frases como: “Anda, es verdad”.
Son creativos, aunque en un principio pensaban que
no, y además tienen capacidades emprendedoras, aunque queda mucho por pulir,
pero tenemos puestas en ellos todas nuestras esperanzas, pues como buenos
adultos y españoles, esperamos que esta generación sea la que nos saque del
atolladero.
Todo lo que nosotros hemos sido capaces de tirar por
la borda esperamos que ellos sean capaces de recuperarlo y para ello les
queremos lavar el cerebro y llenarlo de habilidades para que tomen la
iniciativa y emprendan su aventura empresarial. Esas misma que mi generación guardó
en el baúl de los recuerdos, cuando la máxima de un licenciado o diplomado, era
seguir estudiando para convertirse en funcionario.
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