miércoles, 7 de noviembre de 2012

QUINCE AÑOS ATRÁS


Hace quince años, con mis veinticinco recién estrenados, pensaba que me iba a comer el mundo y faltó poco para que fuera el mundo el que me comiera a mí.
Aquella fatídica noche aprendí a mirar al miedo de frente y a ser consciente de los riesgos que nos acechan día a día, aunque aquello me costara varios meses de pesadillas y despertares sobresaltados.
Esa lluvia que azotaba nuestra región en tan sólo una noche, mientras yo transitaba por carreteras cortadas por improvisados ríos, produjo daños, tanto materiales como personales que dejaron huellas imborrables.
Quince años después todavía se me encaja la mandíbula y aprieto los dientes cuando conduzco mientras llueve y hace viento.

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