domingo, 18 de noviembre de 2012

DISFRUTAR DE LOS BUENOS MOMENTOS


Ayer por la tarde, llevé a cuatro de mis sobrinos a Cáceres.
Podría haber sido una tarde de leones enjaulados en el salón de casa, pues el otoño, con su perfecto nublado y su intermitente lluvia, se ha impuesto. Sin embargo entre los cinco la hemos convertido en una divertida y amena tarde de sábado.
El objetivo del viaje era la asistencia a un taller de manualidades en la tienda de Jumping Clay de Cáceres. Durante el trayecto de ida, la revolución y el nerviosismo se mascaba en el ambiente hasta el punto que hemos puesto la música lo más alta posible sin que llegara a dañarnos los oídos. Ha sido divertido y a veces íbamos cantando los cinco a la vez.
Al llegar a la tienda, la expresión de sorpresa y asombro se adueñaba de las caras de mis sobrinos cambiando en breves instantes hacia la ilusión de lo que podían aprender allí. Ha sido increíble verlos disfrutar. Mantenían los ojos abiertos como platos y llamaban mi atención de forma constante y todos a la vez para que viera con ellos lo que cada uno acababa de descubrir. La mayoría de los objetos eran réplicas, que ellos podían aprender a modelar, de algunos de los personajes de dibujos animados y juegos de los que están acostumbrados a ver a diario.
Como dicen que lo bueno, si es breve, es dos veces bueno, el taller sólo ha durado una hora, pero cada uno, incluida yo, ha hecho una réplica del muñeco de Bob Esponja. Ninguno de los cinco ha salido como el original, pero no ha habido enfados y la continua competitividad y el afán de ganar que los domina a menudo, han quedado a un lado por un día. Uno de los muñecos parecía la versión vampira de Bob Esponja, otro era más del tipo magdalena que del tipo esponja, a otro le hemos descubierto unas pupilas excesivamente dilatadas que le daban un aire de “ido”, pero en general nos han quedado muy chulos y nos hemos reído mucho, tanto haciéndolos como observándolos y comparándolos después.
Una vez terminado el taller hemos aprovechado que no llovía para dar una vuelta por un mercado medieval, donde hemos comprado algunos dulces para merendar y visitado algunos de los puestos, sobre todo de juguetes y de bisutería para las chicas. Era curioso ver a la mayor de todos, como una versión de mí misma, cuidando al más pequeño y vigilando a los dos del medio. Tiene buena madera y ya le va venciendo la responsabilidad.
Al llegar a la Plaza Mayor nos hemos hecho un montón de fotos. No hemos variado mucho los sitios, básicamente en el arco de la Estrella y en la puerta del Ayuntamiento, pero sí las posturas y las combinaciones de los que posaban. A veces nos reíamos con los resultados que nos ofrecía la cámara.
A la voz del pequeño diciendo que necesitaba urgentemente ir al baño, los cinco nos hemos puesto en marcha como si fuésemos las piezas de un perfecto engranaje. Nos hemos encaminado con bastante ligereza hacia una heladería a la que todos le habíamos echado el ojo y aprovechando la oportunidad, tras entrar todos al baño, le hemos puesto la guinda a la tarde con un helado al gusto de cada uno.
De vuelta al coche para emprender el camino de vuelta hemos hecho un balance general. El resultado final había superado con creces las expectativas iniciales.
El ambiente durante el trayecto de regreso dejaba ver el cansancio de tanta emoción y actividad, pero aún quedaban fuerzas para unas risas algo más espaciadas y comentarios de los mejores momentos del día.
Para mí ha sido mejor que bueno, porque estar rodeadas de mis niños me ofrece, a veces, la posibilidad de disfrutar de los buenos momentos con ese punto de vista infantil que a algunos nos queda ya muy lejano, pero que reconforta cuerpo y alma.

1 comentario:

  1. Es que hay TITIS y Titis, y desde luego como tú no abundan, sólo basta ver la cara de los niños cuando les dices que se iban a ir contigo ¡la más maravillosa expresión de felicidad!

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