¡Joder!, cómo duele leer y escuchar las noticias.
Que si Cándido Méndez, propone que todos los trabajadores
paguen un canon sindical.
Tócate los… (Mejor no ser demasiado soez). Esto me duele en el alma después de
mi experiencia trabajando para un sindicato, al que además “amablemente” me
invitaron a afiliarme y al que yo respondí igual de “amablemente” que ni de
coña. Pero lo peor de todo, es que como lo consigan, encima me va a doler en el
bolsillo.
Que los padres de Marta del Castillo tienen que pagar
las costas de los juicios,
que ya les han reclamado. ¡Pero por Dios Bendito! Esto me ha dado dolor de
venas. Sí, sí, dolor de venas, porque se me han hinchado tanto, sobre todo las
del cuello, debido a la indignación, que hasta me dolían, por no hablar del
dolor de cabeza que ha venido después.
Que vuelve el machismo y se cuela a través de las nuevas
tecnologías.
Esto también duele y mucho. Pero es que lo llevo viendo venir…puff, ya ni se
sabe. Ya sé que un “te lo dije” no sirve de mucho, pero es que es verdad y eso
duele. En algunos foros de igualdad, como asistía por cuestiones laborales,
pues allá que aportaba yo mi granito de experiencia. “Señores y señoras que
vamos para atrás”. La respuesta que obtuve en más de una ocasión se repetía una
y otra vez: “Es el colectivo con el que tú trabajas. No está tan extendido. No
mujer, ¿cómo puedes decir eso?” Ea, pues ya lo tenemos, en torno al 20% de los
adolescentes están relacionados de alguna forma con los síntomas previos a la
violencia de género. ¿Cómo no va a doler algo así?
Y ya el remate es que un policía te diga: “Si te quiere
matar, te matará; es mejor que te ocultes porque no tenemos medios para
protegerte” ¡La
leche! Esto ya es para mear y no echar gota. Con esto me ha dolido el estómago,
la cabeza, la piel y hasta el alma. Yo no soy víctima de violencia de género,
pero después de diecisiete años, aún tengo pesadillas con un agresor al que nada
pudo hacer la ley por una mala actuación policial y por el que durante meses
estuve temiendo salir por miedo a encontrármelo. ¿En qué país vivimos?
Y encima, nos siguen recortando derechos. ¿Un país
libre? ¿Libre de qué? ¿Libertad? ¿Dónde?
Y todo esto, tan sólo es un pellizco. Para tanto dolor, no hay analgésico que lo pare.
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