De nuevo, mis obligaciones laborales, ofrecen
alegrías de vez en cuando.
Hoy hemos visitado un colegio en Jaraíz de la Vera y
otro en Piornal.
No podría decir con qué he disfrutado más, si con
los niños en clase, escuchando sus propuestas, sus ideas y sus comentarios
espontáneos, o con el viaje de ida y vuelta por esas fantásticas carreteras y
esos maravillosos paisajes.
Lo de las carreteras, aunque pueda parecer irónico,
no lo es, en absoluto. A mí me han parecido una auténtica maravilla, y supongo
que se lo parecerá también a todo aquél al que le guste conducir fuera de las
autovías y autopistas de, este, nuestro país. Gracias a Dios e imagino que a
los recortes presupuestarios, todavía quedan carreteras, con sus curvas, con su
falta de arcén y con sus baches, en ocasiones, difíciles de esquivar.
El paisaje, es difícil de describir. Allí lo llaman “el
otoño mágico”. Imagino, que como todo en esta vida es cuestión de marketing. A
mí, independientemente del nombre que le quieran dar me ha parecido una auténtica
maravilla y me ha hecho recordar la última vez que estuve allí, con mis padres,
hace muchos, muchos años, cuando yo no llevaba el volante y asombrados y con
las narices pegadas al cristal, nos gritábamos entre mis hermanos y yo, qué
árbol nos parecía más chulo, qué caída hacia el valle era más bonita, o qué color de la extensa gama que aquello nos podía
ofrecer, ni siquiera existía en nuestra caja de doce colores de la marca
Alpino.
Si el viaje hubiese sido de placer en vez de laboral,
habríamos parado a hacer mil fotos, porque tanto mi compañera como yo (yo
menos, porque iba al volante) íbamos boquiabiertas sorprendidas por lo que los
laterales del camino nos ofrecía. Como no ha sido el caso, las fotos que mi
compañera ha podido lanzar desde el coche, tras un cristal que no destacaba por
su limpieza y a la velocidad que marcaban las señales, han dejado mucho que
desear.
Aún así, dejaré una evidencia fotográfica, donde, ni
de lejos se puede apreciar la belleza del lugar, pero que puede servir para
incitar al gusanillo aventurero de muchos a darse una escapada, que según los
lugareños, tiene que ser ya, porque en breve, caerá la hoja, caerá la nieve y
el paisaje pasará a ser invernal en vez de otoñal.
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