Ayer, ya de noche, al montarme en el coche y mirar
por el espejo retrovisor, observo una nota pegada en el cristal.
Susto al canto. Ya está, me han dado un golpe y me
han dejado una nota con un número de teléfono para que me ponga en contacto con
quien sea.
Miro a ambos lados y espero encontrar a alguien que
se esté descojonando de la risa al ver mi cara, pero no hay nadie.
Vuelvo a leer el mensaje y con la poca luz con la
que contaba, me cuesta una tercera lectura darme cuenta de que es letra impresa y que viene acompañada de un logotipo publicitario muy pequeñito
dibujado en la parte inferior y que yo he decidido borrar por aquello de no
hacer publicidad gratuita a nadie.
En ese momento me acuerdo de la santa familia del
iluminado que tuvo la feliz idea de lanzar semejante campaña publicitaria que
me ha pegado un susto de órdago, pues el coche que llevaba no es de mi
propiedad.
Hoy, saliendo de la misma ciudad escucho en la radio
el mismo anuncio, pero con una voz femenina, sensual e insinuante que invitaba
a cualquier cosa menos a comprar el producto.
Originalidad y creatividad, sí, pero con orden, porque con campañas así, ya no sabe una ni lo que
le están vendiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario