viernes, 4 de enero de 2013

EL PIE IZQUIERDO


Tiendo a levantarme todos los días con el pie derecho, pero más que por motivos de superstición, es porque duermo al lado derecho de la cama y es el primero que sale cuando decido ponerme en marcha.
Hoy sin embargo y sin ser muy consciente de ello he debido hacerlo con el pie izquierdo, pues los hechos que han ido aconteciendo a lo largo del día, así me lo indican.
Estando aún de vacaciones he tenido que realizar una llamada laboral a las ocho y cuarto de la madrugada. Tal y como me imaginaba y predije antes de coger mis vacaciones, la única situación que quedó pendiente a la finalización del ejercicio anterior, a fecha de hoy, aún estaba por resolver. Alguien se olvidó tramitar los documentos y de realizar las llamadas para que tres compañeros se incorporaran el día 2 de enero. No ha sido grave del todo, el día 8 cuando nos incorporemos todos, realizaremos el trabajo pendiente a marcha forzada.
Tras el primer incidente y algo indignada por la situación, me dirijo al garaje para sacar mi coche. Ni un triste clic al girar la llave en la cerradura. Primero pienso que se me ha estropeado el cierre centralizado, pero en un segundo intento y comprobando que la puerta se abre, observo que la luz interior no hace ni el intento de encenderse. La batería.
Como no puedo mover el coche y los desplazamientos que tengo que realizar son largos, hago la llamada de socorro, que no del ahorro, y pasan a recogerme. En el trayecto sigo realizando llamadas para pedir una batería nueva, para avisar de que no voy a llegar a todos los sitios que tenía previsto, etc.
Realizo algunos recados y a mediodía, cuando ya me han asegurado que me mandan una batería nueva, vuelvo andando a mi casa cargada de bultos, tal y como las fechas requieren.
Al llegar a mi garaje, ya con la batería nueva, procedo a realizar el cambio, pero oh, oh, mis herramientas deben estar en el coche de alguien a quien se las presté y que ahora mismo prefiero no recordar quién es. Subo a casa y recupero algunas viejas herramientas de las que espero me den un buen servicio aunque sea combinando unas con otras.
Cuando vuelvo a bajar al garaje armada hasta los dientes y dispuesta a que nada se me resista, pulso el interruptor de la luz y ¡qué gracia!, sólo se encienden las luces de los laterales, quedando totalmente a oscuras la zona donde se encuentra mi coche.
Cambiar una batería no tiene mucha ciencia, pero ¡a oscuras!, la cosa cambia. Llave de tubo, carraca, llave inglesa, alicate… todas ellas han hecho una labor increíble en versión braille. Ya puedo decir que sé cambiar una batería con los ojos cerrados.
Ahora toca salir otra vez y terminar todas las tareas que tenía previstas para esta mañana más las de la tarde, aunque no sé si lo que procedería sería acostarme y cuando vuelva a despertar asegurarme de que me levanto con el pie derecho.

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