Tiendo a levantarme todos los días con el pie
derecho, pero más que por motivos de superstición, es porque duermo al lado
derecho de la cama y es el primero que sale cuando decido ponerme en marcha.
Hoy sin embargo y sin ser muy consciente de ello he
debido hacerlo con el pie izquierdo, pues los hechos que han ido aconteciendo a
lo largo del día, así me lo indican.
Estando aún de vacaciones he tenido que realizar una
llamada laboral a las ocho y cuarto de la madrugada. Tal y como me imaginaba y
predije antes de coger mis vacaciones, la única situación que quedó pendiente a
la finalización del ejercicio anterior, a fecha de hoy, aún estaba por
resolver. Alguien se olvidó tramitar los documentos y de realizar las llamadas
para que tres compañeros se incorporaran el día 2 de enero. No ha sido grave
del todo, el día 8 cuando nos incorporemos todos, realizaremos el trabajo
pendiente a marcha forzada.
Tras el primer incidente y algo indignada por la
situación, me dirijo al garaje para sacar mi coche. Ni un triste clic al girar
la llave en la cerradura. Primero pienso que se me ha estropeado el cierre
centralizado, pero en un segundo intento y comprobando que la puerta se abre,
observo que la luz interior no hace ni el intento de encenderse. La batería.
Como no puedo mover el coche y los desplazamientos
que tengo que realizar son largos, hago la llamada de socorro, que no del
ahorro, y pasan a recogerme. En el trayecto sigo realizando llamadas para pedir
una batería nueva, para avisar de que no voy a llegar a todos los sitios que tenía
previsto, etc.
Realizo algunos recados y a mediodía, cuando ya me
han asegurado que me mandan una batería nueva, vuelvo andando a mi casa cargada
de bultos, tal y como las fechas requieren.
Al llegar a mi garaje, ya con la batería nueva,
procedo a realizar el cambio, pero oh, oh, mis herramientas deben estar en el
coche de alguien a quien se las presté y que ahora mismo prefiero no recordar
quién es. Subo a casa y recupero algunas viejas herramientas de las que espero
me den un buen servicio aunque sea combinando unas con otras.
Cuando vuelvo a bajar al garaje armada hasta los
dientes y dispuesta a que nada se me resista, pulso el interruptor de la luz y
¡qué gracia!, sólo se encienden las luces de los laterales, quedando totalmente
a oscuras la zona donde se encuentra mi coche.
Cambiar una batería no tiene mucha ciencia, pero ¡a
oscuras!, la cosa cambia. Llave de tubo, carraca, llave inglesa, alicate… todas
ellas han hecho una labor increíble en versión braille. Ya puedo decir que sé
cambiar una batería con los ojos cerrados.
Ahora toca salir otra vez y terminar todas las
tareas que tenía previstas para esta mañana más las de la tarde, aunque no sé
si lo que procedería sería acostarme y cuando vuelva a despertar asegurarme de
que me levanto con el pie derecho.
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