Llego a la oficina y el tema de hoy es de total
actualidad. Despidos.
Ayer, mientras yo viajaba para terminar de realizar
mis actividades del día, el revuelo se apoderaba del ambiente. Al parecer se
comunicó otro despido.
Ignoro el motivo causante y desde luego no voy a
entrar en inútiles especulaciones, pero sí en el ambiente que día a día se
respira como consecuencia del temor inculcado a que uno mismo pueda ser el
siguiente.
Desde hace tiempo intento no participar en
conversaciones relacionadas con este asunto, pues parece ser que mi opinión
(que entiendo debería ser tan respetable como cualquier otra) dista mucho de la
general, lo que suele crear controversias y discusiones improductivas.
Por mi propia trayectoria profesional aprendí a
mirar de frente a esa “espada de Damocles”, a la que todo el mundo teme y que
se cierne sobre nuestras cabezas.
Esa postura me permite ver el pelo de crin de caballo que, según la leyenda, la sujeta para poder
reaccionar a tiempo y apartarme si fuera necesario, aunque no siempre sea
posible.
Si bien es verdad, que la historia cuenta que
amenazaba a aquellos que ostentaban poder, hoy día es menos selectiva con
aquellos sobre los que puede caer y a menudo son ejecutados.
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