domingo, 6 de enero de 2013

EL SERVICIO AL CLIENTE


Esto va mejorando como los buenos vinos.
Todavía recuerdo cuando en las gasolineras, también llamadas estaciones de “servicios”, un amable chico, (entonces era impensable que una chica trabajara en alguna), tiraba de la manguera e introducía el boquerel en el depósito de combustible a la vez que preguntaba: ¿Cuánto le ponemos jefe?
Hoy llegas a una gasolinera y ¡AJÁ! Te las apañas como puedas. Cómo cambia el cuento que diría mi tío.
Este nuevo sistema se está extendiendo hasta el punto de que en algunas de las grandes superficies que nos tienen invadidos y de las que todos somos usuarios y usuarias, han colocado unas cajas del tipo “sírvase usted mismo”.
Han sustituido a lo que hasta no hace mucho eran las cajas rápidas y a las que sólo podías acceder si llevabas pocos artículos, ya fuese en las manos o en una cesta, pero en las que te atendían unas amables, y no tan amables, cajeras.
Ahora funcionan igual sólo que en vez de ser atendidos por personas tú mismo delante de la máquina pasas por el lector de código de barras cada uno de los artículos que llevas. Si alguno de estos, no pasa por el lector pides ayuda y vendrá un asistente a decirte que tienes que teclear el código. Si aún así el producto no se marca, volverá otra vez el asistente a decirte, eso sí, con mucha sutileza, que eres un poco torpe y que has tecleado mal el bendito código. Y en la que va y viene, consigues pagar la cuenta y recoger el material y cuando llegas a casa te das cuenta de que con tanto trajín no te han quitado los sistemas de seguridad, por lo que no puedes usar tus nuevas adquisiciones.
Quizá sea una nueva técnica para obligarte a volver al día siguiente y ya que estás allí picar y comprar otra vez, como esa otra técnica de marketing que consiste en cambiar las cosas de sitio, aunque esta última no tengo muy claro si de lo que se trata es de que el cliente compre más o de que se vuelva majara.
A cualquier cosa le llaman servicio

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