A veces mi sobrina juega a un juego que le resulta
muy divertido y que consiste en preguntarme: “Tita, si yo fuese un animal, ¿qué
animal crees que sería?”
Cuando le doy una respuesta, el juego continúa por preguntarme
qué animales serían el resto de los miembros de nuestra familia.
En mi familia, como supongo que será en la de
muchos, hay de todo un poco. Tenemos una gatita, que a veces es pantera, una
ratita, que a veces es víbora, un zorillo, que no una zorra, porque en mi
familia, de esas cosas no hay, un mamut, un loro, un lince, un caracol, una
recién llegada ardilla, y algún otro animal según la época, como ballenas,
elefantes marinos o sirenas en verano. También es verdad, que como esto de la
familia va más allá de la consanguineidad e incluye la afinidad, pues contamos
también con un pájaro loco en versión femenina, (y lo pongo así, porque lo de
pájara suena fatal).
Cuando me pregunta por mí y puesto que soy yo la que
contesta, pues aprovecho y elijo el animal que quiera, aunque últimamente me
decanto mucho por el oso. Si yo fuese un animal me gustaría ser una osa y
puesto que soy española y ya que estamos, pues ibérica. El motivo, que dista
mucho de cuestiones meramente estéticas, pues me parece un animal precioso, se
centra en la posibilidad que tienen los osos ibéricos de hibernar. Eso de pasar
los meses más fríos del año dormida y recogida a buen recaudo, sin pasar frío,
o por lo menos sin enterarte, me mola, no como hoy, que me he pasado el día
completo tiritando y pasando más frío que “un señorito vestido de corto”.
Estoy deseando que llegue el verano, no sólo porque
dejaré de pasar frío, sino porque nuestra particular fauna familiar adquiere
otro colorido.
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