jueves, 10 de enero de 2013

AQUEL DÍA


Fue en noviembre de 1986. Con nuestros catorce años, mi compañera de batallas y yo, nos habíamos enterado por casualidad que Carmen Martín Gaite venía al instituto a dar una charla sobre literatura a la que los de mi curso no estábamos obligados a asistir, pero a la que por voluntad propia y más por curiosidad que por otra cosa, decidimos ir.
Me pareció de lo más emocionante verla allí sentada, con sus sesenta y un años y su pelo blanco, parcialmente cubierto por uno de esos gorros que tanto lo gustaban, dispuesta a contarnos su experiencia y a hablarnos de uno de sus libros: “Entre visillos”.
Trasmitía tanto en cada frase y se le veía tanta emoción en los ojos mientras nos lo contaba que el tiempo se nos pasó en un instante y al salir de la charla mi amiga y yo nos fuimos a la librería a comprarnos un ejemplar cada una.
Ahí me quedé prendada del libro y de su autora y hoy, bajo los efectos de un potente relajante muscular que me ha tenido aletargada todo el día, en la relectura de otra de sus obras, “Fragmentos de interior” me ha vuelto a pasar lo que en cada una de las lecturas de sus obras, me he vuelto a encontrar con una frase que justo en ese momento adquiere todo su significado para mí:
-No tengas nunca miedo a la verdad- dijo Isabel-. Por mucho daño que te haga, más daño hace vivir en la mentira, créeme, mucho más. A eso sí que le debías tener miedo.

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