Un mal comienzo del día requiere un buen final.
Después de un día en el que las noticias, tanto
lejanas como cercanas, han sido desalentadoras, la llegada a casa, pasadas las
diez de la noche, se convierte en el mejor momento.
Mientras me duchaba, al abrir el bote del gel (hoy
he elegido uno supermegahidratante de almendras) he recordado el comentario de
un compañero de la residencia de estudiantes donde yo vivía: “Ahora entiendo
que las mujeres oláis tan bien” dijo mientras olía el contenido de mi frasco de
crema hidratante.
En algo tenía razón, pues mi cuarto de baño
desprendía un agradable aroma a gel y aceite de almendra dulce, a body spray de
rosas blancas y a crema de aloe vera, cuando he terminado de ducharme.
Han seguido en mi cabeza mis tiempos de estudiantes
y para cenar he preparado algo que en aquellos tiempos preparábamos con
frecuencia y que no comía desde hacía años, un fantástico sándwich de atún.
Es un poco tarde, pero un buen libro amenizará la
entrada al mundo de los sueños, de donde me hubiese gustado no salir esta
mañana.
Quizá no sea lo mejor del mundo, pero para mí es un
buen final para este extraño día.
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