Esa frase salia de los altavoces de mi coche, esta tarde, cuando volvía del trabajo. Un "señor", hacía hincapié en que los sueldos no se habían congelado, sino que tenían un crecimiento moderado. Desde luego, sera el de los demás, porque el mío hace tres años que no se mueve, ni siquiera moderadamente y además agradecida, porque los que conozco que se han movido han sido hacia abajo y eso es peor, por muy moderado que sea.
La moderación, muy aplicable a diversos ámbitos, es algo que mis superiores me piden cuando hablo, es lo que me pide mi cuenta bancaria cuando saco a pasear mi tarjeta, es lo que me piden mis amigos cuando me indigno con las injusticias del día a día y ahora es lo que me ofrecen los gobernantes de mi país en el ritmo de crecimiento, necesario para salir de la crisis.
Lo que no acabo de entender es por qué esta palabra no se aplica a la corrupción, que si fuera moderada, otro gallo cantaría, a las subidas de los impuestos, que nos podría haber ofrecido una alternativa a la caída empicada que hemos tenido, a los recortes, que se han aplicado con un criterio que creo que dista mucho de la lógica y en mil cosas más donde habría sido de mucha utilidad.
Tanta moderación erróneamente aplicada, la verdad, me tiene harta y cuando la tengo que aplicar yo, lo hago cada vez, más moderadamente.
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