jueves, 15 de mayo de 2014

INHUMANIZÁNDOME


Cuando algo explota, siempre es mejor ser un daño colateral que el objetivo principal de la explosión.
En este caso la persona que ha puesto la bomba no es muy inteligente, ni siquiera tiene experiencia, pero ha dado de pleno. Me ha estallado en todas las narices aunque venía más bien por la espalda.
Por mi condición humana, hice un intento de sacar bandera blanca y dar una tregua. Prefería la vía de la comunicación. Craso error, eso sólo sirvió para darle alas al enemigo y que tuviera el tiempo necesario para preparar el explosivo.
El daño está hecho y es irreparable, sólo puedo asumir la derrota y prepararme para el regocijo de la parte victoriosa, porque como mi cabeza no ha rodado del todo, seguirá presente, con la espada de Damocles amenazante sobre ella y dispuesta a ser cercenada del todo.
No ha sido la primera vez, pero sí la más rastrera.
La palabra “humano” surgió ayer en una conversación y hoy la he buscado en el diccionario de la RAE. Por supuesto me quedo con su segunda acepción: Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos
No me voy a parar a analizar si los demás son o no humanos. Tristemente, la que, con cada una de esas explosiones, se está volviendo inhumana soy yo. Me estoy inhumanizando, aunque el palabro, ni siquiera sé si existe.

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