miércoles, 18 de septiembre de 2013

RICOS Y POBRES

Dicen que el dinero no da la felicidad, pero la pobreza tampoco y las penas con pan son menos penas.
Me hace gracia el día de la lotería de Navidad,  donde es costumbre que los no premiados hagan alusión a su buena salud, como si no fuera mucho mejor tener toda esa salud y además unos cuantos ceros (de los que van a la derecha de otro numero) en la cuenta bancaria.
En fin, el que no se consuela es porque no quiere.

martes, 17 de septiembre de 2013

BARES...QUE LUGARES

Hoy leía en un blog (El butano popular) que la culpa la tienen los bares y los que en ellos “habitan”. Evidentemente sin leer mucho más, ya se sabe de qué están hablando.
Pero no sé yo que decir, porque este sistema ha estado y sigue estando en auge, aunque ahora se le cambia el nombre y ya está. Ahora se le llama Networking.
De toda la vida los mejores contactos se han hecho en los bares y restaurantes y los mejores negocios se han cerrado en idénticos lugares. Ahora hacemos Networking que da mucho juego, primero porque es en un palabro inglés y segundo porque casi que se puede hacer en cualquier sitio y sirve para lo mismo: hacer contactos y cerrar negocios. Eso sí, ahora se improvisa menos, se organiza muchísimo más y se estudia la forma de concentrar la mayor cantidad de información posible en el menor tiempo y de la forma más atractiva o llamativa. Vamos, lo que viene a ser una forma estresante de tomarte un café e intercambiar tarjetas como lo hacíamos con los cromos repetidos, en la puerta del patio del colegio, cuando el timbre del recreo nos anunciaba que la profesora o profesor nos estaba esperando en la clase.
Sinceramente prefiero el café, la cañita, el vinito o el refresco correspondiente, sin que nadie te esté presionando. ¿Qué el asunto es interesante? El café se alarga y puede acabar en cañita, comida, café y copa, si me apuras. ¿Qué el asunto no interesa? A la segunda caña buscas cualquier excusa y a otra cosa mariposa; como se ha hecho toda la vida. ¿Menos contactos en tu lista? Sin duda, pero también te aseguras que son de más calidad.
Y es que como se está en un bar, junto a la barra, con el bullicio de fondo y los empujones de los que entran, salen o van al baño, que se quiten todos los networking del mungo. 
No obstante, para el gusto... los colores.

lunes, 16 de septiembre de 2013

SANA COMO UNA MANZANA

Esto nos dice que está usted “sana como una manzana”- comentó mi médico tras revisar minuciosamente el resultado de mis análisis.
Sólo espero que no se refiriera a las manzanas que vende el frutero que está frente a mi trabajo, porque en ese caso me quedarían tres telediarios.

viernes, 13 de septiembre de 2013

CULTURA ESCONDEDORA

Esta mañana, mientras mi coche devoraba kilómetros, yo organizaba mentalmente la reunión del martes y de fondo, un conocido presentador de cadena 100 preguntaba a los niños para qué iban ellos al colegio. Me llamó la atención, porque la respuesta de uno de ellos fue: “Voy a aprender a jugar al escondite”  y el presentador volvió a preguntar: “Pero eso ¿en qué asignatura se enseña?”
Mi respuesta fue rápida, pues, visto lo visto, se debería ensañar en Matemáticas para aprender a esconder el dinero, en Conocimiento del Medio, para aprender a esconderte si te busca la policía, en Lengua para aprender a esconder las palabras en el momento adecuado… Vamos que se debería impartir, como el emprendimiento, de forma transversal a todas las áreas y se podría llamar “Cultura Escondedora: para fomentar las habilidades relacionadas con el escondite”

jueves, 12 de septiembre de 2013

11 DE SEPTIEMBRE


Ayer los recuerdos volvían a mi mente de forma constante. No tenía ganas, no podía ocuparme de ellos y los fui apartando una y otra vez. Pero no lo hacía de un plumazo, ni dándoles un empujón de cualquier manera, los apartaba como quien vuelve a colocar en la estantería una delicada caja que corre el riesgo de abrirse y caer al suelo. Lo hacía con mimo, como diciéndoles: luego, luego me ocuparé de vosotros.
A mediodía, las noticias se hacían eco del aniversario. “Aniversario” curiosa palabra que hasta un año después de aquella masacre, para mí, siempre había tenido connotaciones positivas.
Tampoco era el momento y no comía sola. No me apetecía que se convirtiera en tema de conversación.
Por la tarde, pude salir temprano del trabajo y tras instalar un sofá y realizar unos ajustes contables, di por finalizada la jornada. Podría leer un rato y terminar el último libro del verano.
Bien acomodada, al inicio de la lectura y entre llamadas y mensajes, ya no pude apartarlos más y ocuparon todo el espacio que llevaban reclamando todo el día.
Entonces vivía sola. Recuerdo el momento en que aquel día llegué a casa y tal y como hacía habitualmente encendí el televisor con la intención de ir a la cocina para servirme la comida. Se quedó en la intención, el telediario daba la noticia en directo “América under attack” y yo de pie junto a la mesa no podía creer lo que estaba escuchando. En ese mismo instante hacía impacto el segundo avión. Totalmente atónita, conseguí alcanzar una silla, y sentada, prácticamente dejada de caer sobre la mesa, coloqué la cabeza sobre mis brazos.
No sé el tiempo que estuve en esa posición, supongo que esperaba que alguien dijera que esos eran los nuevos efectos especiales incluidos en alguna película de las superproductoras americanas.
Tras un rato sonó el teléfono y al descolgar, un grito y un llanto desconsolado sonaron al otro lado de la línea, desde Washington, a seis mil kilómetros de distancia. Cómo duele la distancia y la impotencia de la que te carga. Mi sobrina, mi ahijada, no aparecía. Han atacado el edificio del Pentágono, han desviado los autobuses escolares y la niña no aparece. Me volví a sentar, apreté mi estómago con el brazo que tenía libre y como pude me tragué el miedo y el dolor y empecé a decir palabras que tenían como objetivo tranquilizar a su madre. De fondo se escuchaba bullicio. Algunos vecinos estaban con ella. Pude entender palabras sueltas “Don´t cry” “Wait” “News A.S.A.P.” “Hope” (No llores. Espera. Noticias pronto. Esperanza). Ella no paraba de llorar y decirme que estaba sola. No lo entendía, yo escuchaba gente a su alrededor y ella gritaba que estaba sola. A lo lejos escuché el sonido de un teléfono, y de pronto un “luego te vuelvo a llamar” precedió a un pitido que atravesó mi tímpano y colapsó mi cerebro.
Fueron tres horas de incertidumbre en las que los informativos no paraban de ir dando novedades cada vez más catastróficas. Las imágenes eran impactantes y mi soledad y la falta de noticias de los míos, en ese momento, me hacían mucho daño. Yo intentaba hablar con ella, pero las líneas telefónicas estaban saturadas. No era posible la comunicación.
Cuando mi teléfono volvió a sonar llegaron penas y alegrías. La niña estaba en un pabellón deportivo donde habían derivado al alumnado de varios colegios, su hermano estaba con ella, estaba a salvo, pero su padre… él trabajaba en las instalaciones del Pentágono. Fue uno de los heridos del atentado que después de nueve días pasó a formar parte de las 184 víctimas mortales de aquel acto terrorista.
Doce años después, sigue doliendo. Lo hace de otra forma, pero, a veces, lo hace demasiado a menudo, cada vez que se repiten las masacres en esos países donde se sigue viviendo el conflicto, cada vez que aparecen imágenes cargadas de dolor, como las que se exponen en el World Press Photo Madrid que mencionaban hoy en el telediario de las tres. Demasiadas pérdidas, demasiadas familias rotas por continuados actos sin sentido. Demasiados días para recordar.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

PREPARADOS, LISTOS...

Un momento, un momento. Analicemos la situación. Fin de vacaciones, comienzo del curso escolar, lanzamiento de nuevos programas, elaboración de informes, reuniones, viajes, madrugones y trasnoches de trabajo... Y todo esto sin que haya cambiado en nada el panorama economico, politico ni social de España ni del resto del mundo.
Como decía Mafalda, que paren el mundo que yo me bajo.

martes, 3 de septiembre de 2013

ME HAGO MAYOR

Hoy lo he notado, me he hecho mayor.
He llegado como siempre a la cafetería “El Mirador”, pero él no estaba. Ese chico simpático y agradable que me servía el café justo como  a mí me gusta y que me lo llevaba bajo el árbol donde yo me sentaba a leer, ya no estaba.
En su lugar tres chicas, dos de ellas sudamericanas, atendían las mesas. Supongo que las últimas reformas laborales han debido tener que ver en este asunto. No hay réplica posible.
Miré mi árbol, las miré a ellas, volví a mirar mi árbol, me miré a mi misma y opté por una silla y una mesa como hace la gente normal. Ya no tengo edad y además ellas no lo entenderían.
Era mi despedida y se vio un poco truncada. ´
Tras el café y mi rato de lectura, me acerqué a mi árbol, recogí mi trozo de corazón que dejé allí la última vez que estuve y me dediqué a buscar un sitio en la ciudad donde esconder otro trozo para recogerlo la próxima vez que venga. Nunca dejo un trozo sin haber recogido el anterior, porque corro el riesgo de quedarlo todo aquí.
Después de todo, el nuevo sitio no está mal, mi adiós por esta vez vuelve a ser temporal. La próxima vez habrá más cambios, porque la ciudad crece y yo me hago mayor.