Pero antes, como siempre, hay que hacer lo que hay que
hacer, y me esperaban en la clínica. La prueba estaba programada a las doce.
La entrada me pareció precipitada, no había nadie en
la sala de espera y las explicaciones fueron las justas. Tan sólo me dio tiempo
a dar un número de teléfono por si surgía algún imprevisto, aunque era poco
probable. Todo era bastante rutinario y carente de riesgo.
Aquella máquina emitía unos sonidos de lo más
variados, aunque todos tenían un toque en común, o al menos a mí me lo pareció,
el sonido metalizado. Durante un rato no pude dejar de pensar en Malena.
Primero eran golpes aislados, después se seguían
como los de una ametralladora. Hubo un silencio, fue breve, y comenzó a sonar
como un taladro con percutor. Le siguió el sonido de la sirena de una fábrica que
se repetía a intervalos cortos y por último parecía que se hubiera colado allí
un DJ de música house que no acababa de dar con la combinación adecuada y
comenzaba una y otra vez la misma melodía metalizada. Llegué a encontrarle el
ritmo. Todo el repertorio se repitió por tres veces.
No había posibilidad de movimiento, mi cabeza se
encontraba dentro de una especie de jaula, y en su interior se sucedían los
pensamientos que iban marcando los sonidos. En los vacíos, cuando sólo quedaba
el ruido de fondo que parecía un silencio, mi cabeza adelantaba el viaje y me
veía paseando entre castaños, con la nieve al fondo, sobre los picos de las
montañas. Una hora y veinte minutos dan para muchos pensamientos.
El aturdimiento que tenía al salir de allí, hizo que
estuviera más tiempo del previsto hasta que pude coger el coche y poner rumbo a
mi preciado fin de semana.
Casi podría decir que lo que se preveía como un
largo período de descanso ha transcurrido más rápido que la hora y media dentro
de la máquina de resonancias. Suele pasar cuando se está disfrutando.
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Paisaje desde el Mirador del Cerro |
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Puente de la Fuente Chiquita (Hervás) |
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Vista de Hervás desde el Mirador del Museo de las motos |
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Puesta de sol en Hervás |
El buen tiempo y el entorno han convertido estos
días en un remanso de paz y tranquilidad lejos de las conexiones telefónicas, de
internet, de horarios, de responsabilidades y obligaciones. Alguna que otra
visita fugaz, un par de reencuentros rápidos y un paisaje deslumbrante, me han
cargado las pilas. Y ya, sin más retraso, comienza mi 2014 laboral.
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